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Con el uso diario, las cerdas del cepillo retienen restos de comida, saliva, células muertas y microorganismos. Aunque enjuagues el cepillo después de cada uso, no es posible eliminar completamente las bacterias que se van acumulando con el tiempo.
Estas bacterias pueden volver a ingresar a la boca durante el cepillado, aumentando el riesgo de infecciones, inflamación de encías y otros problemas bucales.
A medida que se desgasta, el cepillo pierde su forma original. Las cerdas dobladas o deshilachadas ya no alcanzan adecuadamente las superficies dentales ni los espacios entre los dientes.
Esto significa que no se remueve correctamente la placa bacteriana, lo que puede derivar en caries, formación de sarro y enfermedades periodontales.
Un cepillado ineficaz, sumado a la acumulación de bacterias en el propio cepillo, favorece la aparición de afecciones como la gingivitis, la periodontitis y los abscesos dentales.
Además, si has tenido alguna infección bucal reciente, continuar usando el mismo cepillo puede aumentar el riesgo de reinfección.
El mal aliento puede tener múltiples causas, pero una de las más comunes —y evitables— es el uso de un cepillo en mal estado. Un cepillo contaminado no solo deja restos de comida en la boca, sino que puede empezar a oler mal por sí mismo debido a la acumulación de bacterias.
Los odontólogos recomiendan cambiar el cepillo de dientes cada 3 a 4 meses, o antes si las cerdas están visiblemente desgastadas.
También es importante reemplazarlo después de haber estado enfermo (gripe, covid, infecciones bucales) para evitar la reinfección.
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